Jun'ichirô Tanizaki (Tokio, 1886-Yugawara, 1965). Junto a figuras como Kawabata, Soseki y Mishima, Tanizaki es uno de los principales exponentes de la literatura japonesa del siglo XX. En 1949 fue galardonado con el Premio Imperial de Literatura por su trabajo 'La madre del Capitán Shigemoto'. En esta ocasión tuve la oportunidad de leer 'El cortador de cañas' (1933). También existe un premio creado en 1965 en su nombre, el Premio Tanizaki Jun'ichirô con un premio de un millón de yenes.
El protagonista de esta pequeña gema (tan sólo 88 páginas) transita por las calles de Okamoto (Japón, obvio) pensando en la luna y en poemas antiguos, tal vez como escape a la vorágine de la vida moderna. Vagando llega a un islote en medio del río donde se detiene para completar la hermosa luna de otoño, para su sorpresa hay otro hombre entre las cañas observando la luna llena. Este nuevo personaje será quien le narre al nuestro una historia de amor conmovedora protagonizada por su padre (el del extraño recién aparecido, no se confundan).
La historia dentro de la historia:
Shinnosuke, un hombre enamorado de una hermosa viuda pero enfrentado a la imposibilidad de esa relación, se casa con la hermana para poder estar más cerca de ella. La nueva esposa sabiéndose despreciada y conociendo los verdaderos sentimientos de su hermana hacia su marido, hace la promesa de no consumar el matrimonio para no ofender a ninguno de los dos. El tiempo pasa y se desarrolla una bizarra relación entre los tres, prácticamente un triángulo amoroso (sin las complicaciones sexuales), que al final chocará de frente con la realidad.
Los tres personajes masculinos parecen buscar una belleza que está ausente de las cosas normales que los rodean. Los de última generación se embelesan con la luna, recitan versos y cantan mientras que el de la generación anterior (Shinnosuke) cree haber encontrado esa belleza digna de idolatría en Oyû (la viuda). Todos destilan un idealismo romántico, tal vez sea un término rebuscado, mejor algo más simple como: quieren lo que no pueden tener o no han podido encontrar.
Las mujeres no me parecieron tan profundas, ambas me parecieron resignadas a vivir los papeles que la vida les impuso, una la hermana sacrificada y otra la hermana egoísta y consentida que todos adoran. El sacrificio de la hermana es digno de elogio pero no creo que ningún personaje contemporáneo se quede sentado a ver como el amor les pasa por a lado.
La novela me pareció hermosa fue por la añoranza que transmitió Tanizaki, de los lugares y de los tiempos antiguos. Leída en un par de horas, con interrupciones menores.
Hasta la próxima y que tengan una buena lectura.
Marieru
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