Fue un escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo. Nacido en Portugal el 16 de noviembre de 1922 muere a la edad de 87 años, el 18 de junio de 2010. En 1991, su novela “El evangelio según Jesucristo” desata la polémica en su país, considerado laico, y su presentación al premio Literario Europeo de ese año es vetada lo que ocasiona que a partir de ese entonces se autoexilie a la isla Lanzarote como señal de protesta.
En 1998, se hace merecedor al Premio Nobel de Literatura.
Saramago, muere luego de una batalla contra la leucemia crónica que le afectaba.
En todas partes se desviven en elogios para el polémico escritor, pero no todo es color de rosa y hay quienes tienen palabras menos halagadoras para el laureado escritor. En un artículo del diario del Vaticano L’Obsservatore Romano, la iglesia católica acusa al fallecido escritor de estar “anclado al marxismo” y de “haber olvidado a un Dios en el que nunca creyó”, entre otras cosas que hacen referencia a que en ninguna parte de su obra daba los créditos a quien crédito se merece, Dios.
Ya sea de manera intencional o no, este asunto de ser un litigante marxista no es de mi interés y ese será un asunto que queda entre su alma y Dios, lo que si no se puede discutir es que José Saramago tenía el don.
De la forma de escribir de Saramago se puede deicr que muchas veces se sumerge en relatos fantásticos pero aún así mantiene el contacto con las relaciones humanas, permitiendo explorar la individualidad de los personajes pero a la vez dejando percibir el sentido de unión y destino compartido de sus protagonistas.
De Saramago sólo he tenido oportunidad de leer tres de sus obras, en el siguiente orden: Las intermitencias de la muerte, El viaje del elefante y Caín.
El primero, me encanta como empieza “Al día siguiente no murió nadie.”, desde ese instante sabía que no lo iba a poder cerrar hasta terminarlo. El resumen de la contraportada lo dice todo:
“En un país cuyo nombre no será mencionado se produce algo nunca visto desde el principio del mundo: la muerte decide suspender su trabajo letal, la gente deja de morir. La euforia colectiva se desata, pero muy pronto dará paso a la desesperación y al caos. Sobran los motivos. Si es cierto que las personas ya no mueren, eso no significa que el tiempo haya parado. El destino de los humanos será una vejez eterna.”
Por mi parte sólo puedo decir, acaso la vida no es más hermosa precisamente porque termina. Todo en esta vida nos llena de dicha y lo apreciamos mucho más porque somos conscientes de que en el momento menos esperado puede acabar y eso le da un valor incalculable.
Luego, El viaje del elefante no describe un hecho histórico pero como si lo hiciera. Tomando hechos que si pasaron con otros de una inagotable imaginación Saramago nos hace sentir que lo a lo real y a lo inventado sólo lo separa una muy delgada línea, casi transparente, que necesita únicamente del estímulo adecuada para desaparecer por completo. Esta novela tiene humor, ironía y realismo cualidades del mismo escritor que parecieron traspasarse al papel.
En Caín, Saramago me sorprende con su irreverencia y la capacidad de alterar una de las más conocidas historias bíblicas. Definitivamente sólo siendo escritor se tiene permiso (por lo menos desde mi limitado punto de vista) para encontrarle la parte más deliciosamente irónica a una tan conocida enseñanza. Me sorprendió, es cierto, pero me falta por leer El evangelio según Jesucristo que estoy segura es mucho más irreverente así que me reservo una opinión más definitiva para cuando haya leído ambas. En cuanto a su valor literario, soy totalmente imparcial y tengo que admitir que el libro me gustó, polémica a parte.
Hasta la próxima y que tengan una buena lectura.
Marieru
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